La más reciente edición de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara 2013 incluyó dentro de su oferta y programa el ‘Área del Libro Electrónico’. Un pabellón tecnológico donde 20 empresas expusimos diferentes posturas, visiones y ofertas; sin embargo, compartimos una misma idea: el libro electrónico no es antagónico al de papel. Y esta insistencia es lo que debe traer, al fin, la paz.

El soporte digital y el soporte papel de un libro han vivido un drama innecesario. Pero esta renuencia por aceptar los cambios de la cultura letrada no es nueva. Camilo Ayala apuntó en dicho pabellón de la FIL 2013:

La imprenta de los tipos móviles

[inventada por Gutenberg] no fue aceptada por los árabes, berberiscos ni otomanos, pues preferían la letra manuscrita […] Hubo una crisis  en los monasterios dedicados a la elaboración de los libros para su consumo interno y para la venta, y con varias especialidades profesionales (había monjes que preparaban el pergamino, otros trazaban guías, otros escribían, otros iluminaban e ilustraban y otros corregían). El mundo cambió.

Los ebooks tal y como los conocemos no tienen más de 5 años en el mercado. Desde entonces, hemos presenciado debates al por mayor sobre si viene o se va, si se queda o se esfuma. Alejandro Zenker apuntó, a través de su cuenta de twitter durante el Simposio Internacional del Libro Electrónico (SILE) 2012, que éste era un “simposio del ebook no de la nostalgia, ni del temor.”

Después de vivir el primer espacio dedicado al libro electrónico en la FIL, es de esperarse que por fin haya paz entre el libro soporte papel y el libro electrónico. Sigamos transitando por ambas vertientes pues no son dicotomía, no son enemigos, sino complementarios: aliados de la cultura escrita. Tal y como lo son la fotografía y la pintura, la televisión y el cine, la oralidad y la escritura,  la mujer y el hombre.