Al hablar sobre la selección tipográfica de un libro, revista, folleto, etcétera, no es necesario conocer todos los tipos disponibles, sino el objetivo del texto.

Si bien es cierto que las formas tipográficas apuntan a contextos sociales, económicos o artísticos (tipografía renacentista, neoclásicas, industriales, etcétera), éstas no dejan de ser herramientas culturales con un fin primordial: facilitar el intercambio de información de la cultura escrita.

Es fácil perderse en la “gran avenida” buscando una tipografía apropiada para los textos. Si no se tiene un criterio formado, somos proclives a caer sepultados por la monstruosa cantidad de tipografías disponibles. Es por ello que antes hay que ir construyendo la personalidad editorial que queramos imprimirle a nuestro trabajo.

Un buen tipo para tu proyecto editorial no sólo debe ser legible sino responder a una finalidad precisa: comunicar eficazmente información por medio de la letra impresa. Si una obra no puede leerse no sólo se convierte en un producto sin sentido, sino que también ha fallado en su función comunicativa.